Vives en campos dependientes de agua vital
y prisionero en jaula hecha con rayos de sol,
entre grises nubes que amparan la soledad
o árboles frondosos que hacen la sombra mayor.
Se te escapa la tierra virgen al caminar,
te encarcela el aroma que desprende una flor
y le rezas al tiempo que es amo de tu edad
pero el azar siempre acecha a tu anhelo mejor.
Vives limitado por la grandeza del mar
y aprisionado por sus aguas que te enamoran,
sólo tienes un barco, abrigo de capitán,
para gobernar estrellas, vientos y derrotas.
Te subyuga la fuerza de la espuma y la sal
con su piel de espejo que contorsionan las olas,
pero el mar tiene el alma en profunda oscuridad
que te prende el timón perdiendo el tiempo sus horas.
Vives respirando un aire de incapacidad
en una cárcel de vapor blanco de hermosura
y las alas ocultas que la vida te da
te hacen creer que tu alma vuela por las alturas.
El destino está escrito y nada lo hace cambiar
a pesar que tu conciencia siembre la ilusión
de que eres regidor de tu propia libertad
cuando es la misma vida quién rige el sí o el no.