Amanecí con olor a óleo en las uñas.
Me dormí sin lavarme las manos,
otra vez.
A veces creo que mi cuerpo
no sabe dejar de crear,
aunque yo
ya no tenga nada más para decir.
Dibujé una figura sin rostro.
Quise que fuera alguien.
Terminó siendo todos.
Olvidé una línea,
la borré.
La volví a hacer.
Quedó torcida.
Me gustó más así.
Empecé un dibujo de espaldas.
Sin rostro,
sin frente.
Solo los omóplatos marcados,
una herida sutil
en la curva de la cintura.
No sé si era él.
No sé si era yo.
Quemé un papel:
un deseo de hace dos años.
Lo vi doblarse,
achicarse,
desaparecer.
Me sentí poderosa
por cinco segundos.
Hoy, por primera vez en mucho tiempo,
sentí que algo se movía.
No sé si era afuera,
pero sí…
adentro.