Habría que matarlos, asesinarlos, sepultarlos, desaparecerlos, enterrar sus cuerpos y esperar a que la tierra se comiera sus huesos sin vida, que hicieran de ellos algo útil si en vida nunca lo fueron, abono, fertilizante, un árbol, un rosal.
Hacer lo mismo con quienes eran, con sus recuerdos, sus memorias, pertenencias, arrojarlas a un fuego negro a qué se consuman, se quemen, hacerle olvidar al mundo que alguna vez existieron, que entre nosotros andaron, caminaron como uno de nosotros sin ser de nosotros, que hablaron, que resistieron los golpes de los salvajes, pero que al verse menos... cayeron, que comían de lo mismo y hablaban de lo mismo que para eliminarlos del planeta se libró una guerra, parecían normales ser uno más, pero no lo eran, las marcas en sus manos, caras, pechos siempre los delataban.
Habría talvez que matarlos hacernos olvidar de su existencia que por aquí respiraron, hacer lo que queramos con su imagen, desprestigiarlos, deberíamos matarlos y enterrarlos muy lejos de la ciudad, hacerles un favor en muerte y darles paz, eran mucho, para nosotros, para la nefasta sociedad, para un mundo tan cruel y frío, deberíamos matarlos, si, a ellos.