Más grandes que la guillotina
de Robespierre en la Revolución Francesa.
Así eran tus ojos.
Más vitalista que Nerón
tocando la lira mientras Roma arde,
pedazo a pedazo,
transeúnte a transeúnte.
Así era tu pelo.
Más erótico que cualquier novela
de Jean Genet, o poema de Ginsberg,
o de John Giorno, o de Kavafis,
o de Gil de Biedma, tú ya me entiendes.
Así era tu sonrisa.
Más obscena que cualquier programa
de entretenimiento de la televisión local.
Así era tu mirada
cuando me dijiste como un enorme
esteta pasota, joven bohemio con pipa:
“Paz, Hermano”
Mientras tanto una vieja
era atropellada brutalmente
en la plaza de al lado.
La verdad es que a veces
mataría por otros cinco minutos más
de felicidad (Andrés Calamaro dixit)