Un transeúnte
se encontraba a orillas del mar,
ensimismado,
como si tropezara
con cada pensamiento.
Su pensamiento más hondo
cayó al mar.
No hubo círculos ni burbujas.
Intentó rescatarlo
con redes de memoria,
con sogas de razón.
Pero se hundió sin testigos,
como una palabra olvidada
en un idioma muerto.
En el atardecer, comprendió:
los pensamientos
no flotan
si están heridos.
O quizás,
es un pez de forma escondida
que aprendió a nadar lejos de su dueño.
A veces no resolvemos un problema.
La solución se encuentra en la calma.
El habitante aprendió:
no todo lo que piensa
le pertenece.
¿Y si el pensamiento
saltó al océano
antes que tú?
Hay ideas que llegan con las olas,
después del naufragio.
No las busques.
No regresan a ti.
Han aprendido a crecer solas,
han aprendido del amor
y de la forma más sutil
de alejarse.
¿Que pensamiento te pertenece?