Me quitaron familia.
Me quitaron casa.
Me quitaron pertenencias.
Me quitaron hijos.
Me desterraron a lo desconocido
Hasta enmudecerme
Desquiciada, loca en un Hospicio.
Me etiquetaron de bipolar
y quedé sellada de por vida.
Peligrosa para todos
sobre todo para mí misma.
Me quitaron nietos.
Me quitaron amigos.
Aparecieron y desaparecieron
claro rasgo de narcisismo.
Yo, sobreviviente,
los condeno a mi eterna ausencia.
A no saber de mí,
ni de mi empatía
ni de la sonrisa feliz que dibujé
en la carita de más de dos mil niños
que pasaron por mi vida de maestra
regalándome amor sin pedirme nada a cambio.
Yo, sobreviviente
a innumerables humillaciones y desdichas
agradezco hoy, a esos mis maestros,
que abusaron de mi ser
de niña inocente, pura, frágil,
hasta convertirme en lo que soy
hoy y ahora:
Guerrera de la pluma.
Guerrera de la palabra.
Guerrera de la oratoria.
Guerrera que sabe diferenciar
en un guiño, un pestañeo,
Verdades, falsedades, mentiras.
Culpas disfrazadas de amores
que de amores no son tales.
En sólo un instante trunco, mudo, sordo.
En sólo el silencio magnánimo de un sintagma.
En sólo el silencio benigno o maligno
de una sílaba, de una palabra.
En sólo el silencio de un solo gesto.
En sólo una sorda mirada.
Yo, sobreviviente,
con sólo un verso
puedo eternizar el tiempo de lo que fue
y ya se ha ido,
el mismo aire que respiran en un respiro
esos seres desconocidos e ignorantes
que hicieron de mí el Ave Fénix que soy:
Ave Fénix de alas negras, desoladas,
deshechas e imposibles de ser curadas,
Ese Ave Fénix que soy
que puede caer en su propio abismo
Miles de veces
y otras miles y siempre será así:
Erguida y nueva se levanta.
Yo, sobreviviente , Patricia.