Hoy no prendí velas
ni invoqué planetas.
A veces me siento como un presagio,
tengo cicatrices como constelaciones.
Hoy me sentí oráculo y herida.
Guardé mis tristezas en un frasco.
Me gusta mirar el dolor
cuando ya no duele tanto.
En mi bolso apareció una flor seca
y me crucé con un cuervo.
Quise preguntarle por qué me acompañaba,
pero pensé que tal vez
rompería el hechizo.
Me quedé flotando entre mis pensamientos.
Hablé en el espejo,
me llamé por mi nombre completo,
como si necesitara recordar
que sigo siendo yo.
Vi una mariposa negra en la entrada.
La observé como quien reconoce un alma
y, por un segundo, me sentí menos sola.
Pero solo por un segundo.