Coliseo Poético
¿Y qué si mi poesía es mala o buena?
Que lo juzgue el moho en las estanterías,
o el polvo en los anaqueles de la indiferencia,
cuando ya no quede ni el ego de mi arrogancia
ni un lector dispuesto a aplaudir mi insolencia.
Yo no vine a rimar con métrica de reyes,
ni a mendigar laureles en concursos insípidos.
Mis versos nacen del asfalto caliente,
de un corazón que aprendió a latir entre el smog citadino
y la espera del pago quincenal.
Que venga el tiempo con su toga de olvido,
que revise mis estrofas como pruebas de delito.
Yo firmo cada línea con sangre o con saliva,
como un bardo callejero
que se burla de los cánones…
y se ríe en verso, aunque lo condenen en prosa.
Porque si he de caer,
que sea por escribir sin cadenas,
por escupir verdades disfrazadas de poema,
y no por agradar a los puristas
que recitan con voz de consagrados.
Yo dejo mis letras aquí,
como arañazos en las paredes del alma:
desafiantes, torcidas,
pero mías. Tan mías
como este orgullo de poeta sin escuela,
sin miedo al juicio de críticos sin visión,
con sus pulgares hacia abajo,
como se sentencia en la arena sin clemencia…
y se ejecuta al gladiador, por insolencia.