El aire no se me esparce,
y tú instalada en un cuerpo desastre,
que no entiende
la sed que padece mi sangre...
Fue inútil mi arte,
que un día tuve a bien regalarte,
hasta el instante rebelde,
que tus hormonas alquilaron otra mente...
Y tu escapada al límite,
se escudó en un silencio sin dejar clave,
enigma notable,
como una caja de música que no se oye...
Aunque por otra parte,
abrí la psique y a su afuera me encaminé,
hacia al hoyo del oeste,
penitente, a un lugar que por ti pospuse...