Tiembla la rosa
que llevas en la mano,
como tus labios.
Es por el viento,
te dices, como excusa
que no te crees.
Y es que la brisa,
cargada de caricias,
llega y abraza.
Tiemblan tus ojos
y corren unas lágrimas
por tus mejillas.
Quizás retienen,
los ojos que, en silencio,
allí te amaron.
Y que te hablaban,
despacio y sin palabras,
en un susurro.
Tiembla tu cuerpo
de frío y por la ausencia
en este instante.
Y es que se fue
el sueño y la figura
de aquel poema.
Y hoy te ves sola,
parada en los recuerdos,
y entre la lluvia.
Rafael Sánchez Ortega ©
19/04/25