alicia perez hernandez

Me despojaste de mis velos...

Me despojaste de mis velos...

 

En tu regazo quise darte mi pureza

envuelta en velos de amor,

dejar mi huella en tu piel

dejar marcados mis besos.

Besos que a ningún otro hombre he dado

son besos de amor sincero,

no vengo de otra cama.

Mi piel, mis labios, mis senos, son para ti ¡Amor!

he perfumado mi cuerpo para ti...

en tu regazo quiero saborear el sabor de tus besos

y sin pensarlo tanto a tus brazos me entrego.

tus manos bajando por mi talle

me llevas a un sublime cielo,

Qué jamás virgen alguna pudo haber tocado.

Me despojas de mis velos y mi corona de azares

desposada para ti entramos en el tálamo,

soy virgen de labios puros

perdida en la piel de tus deseos y tus ganas.

Entre aromas de lirios y de nardos

soy tuya toda la noche hasta el amanecer.

de quitar mis velos y mis azares

solo tú eras el indicado

conquistada por el fuego de tu pasión

nos fundimos en un solo cuerpo.

Cómo virgen ansiosa de su dueño

me ceñiste a tu cuerpo

y no me importó perderme

en tu mirada de lascivia y de deseosos

por ver mi piel desnuda

y poseerme y descubrir todo mi cuerpo,

sediento de ti y hambriento de tus deseos.

¡Mi Ángel de amor!

Sin venir del cielo y sin tener alas,

mi Alma conquistaste.

queda sellado tu amor

con la huella de tus besos y,

en el altar del amor nos hicimos uno sólo,

Por mandato de Dios y del cielo,

delante de él prometimos siempre amarnos.

Al caer miss velos, la noche nos cubrió de gloria,

y tú mi Ángel de amor, me besaste de los pies a la cabeza,

Sellando así nuestra unión en el altar del amor...

Eres mi Ángel caído del cielo

sin alas y sin venir del cielo,

me desposé con tu amor y con tus besos,

en el altar del amor prometimos amarnos

por mandato de Dios y del cielo. Te amo ¡Amor!

 

 Alicia Pérez Hernández.

No es la pluma la que escribe, es el alma

Todos los derechos reservados©

Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte
la leche de los senos como de un manantial,
por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte
en la risa de oro y la voz de cristal.
Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
porque tu ser pasara sin pena al lado mío
y saliera en la estrofa -limpio de todo mal-.
Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría
amarte, amarte como nadie supo jamás!
Morir y todavía
amarte más.
Y todavía
amarte más
y más.

Amor... Pablo Neruda