CORA SE EVADE
Cuando ya la creía firmemente asida
después de tanto buscarla,
desaparece, se borra, se difumina,
entra en el banco de niebla y, por allí, se pierde,
y él, incrédulo, se queda, como si no
pudiera entender una reacción tan imprevista,
por haber llegado a tenerla asida
por la delicada cintura una vez desencadenada
la relación amorosa.
Y advierte también que una persona asida
por la cintura no puede fugarse, que Cora peca
de misteriosa en exceso,
de impenetrable, más allá de lo que resulta lógico
imaginarse.
Gaspar Jover Polo