Infierno De Verdades
Te amé con una sinceridad que quemaba, con el alma desnuda, sin disfraces ni promesas vacías. Cada palabra que te dije fue un fuego encendido en medio de la oscuridad, un intento de iluminar lo que tú preferías mantener en penumbra. No fui perfecto, pero fui real, y en un mundo lleno de máscaras, eso duele más que cualquier mentira.
Me entregué como quien ya no tiene nada que perder, como quien entiende que amar es incendiarse sin garantías. Tú, en cambio, llegaste con verdades que sabías que dolían, las soltaste como cuchillas, como si la honestidad fuera excusa para destruir. Y aún así, preferí mil veces tus verdades que las mentiras dulces de otros labios. Porque al menos, contigo, el infierno tenía nombre… y era el tuyo.
A veces el amor no salva, a veces el amor nos consume. Pero hay algo hermoso incluso en esa destrucción: saber que lo dimos todo, que fuimos valientes al sentir sin medidas. Y aunque nos quedamos con las manos vacías, llevamos en el pecho la dignidad de quien ardió por decir la verdad.
Este infierno de verdades fue nuestro paraíso invertido. Donde otros hubieran construido una historia de ensueño, nosotros preferimos quemarnos en la realidad. Y a pesar de todo… no me arrepiento. Porque solo se ama de verdad cuando se está dispuesto a salir herido.