Viejo y bastardo,
dilapidado en un desvio,
o más bien un abismo;
he ofendido al mundo con mi fealdad,
arruinado historias con mi pereza
y deconstruido la autoayuda
a meras estrellas,
y aún sigue allí,
esa historia.
Enderazar la vista,
después de una eternidad de rodillas.
Sabiendo lo patético que fue
seguir mirando atrás
antes que encandilarse
en el horizonte presente.
Ya no queda opción,
como esta deprimente escena
urga fuerte,
quizá no todo sea marchito,
para echar unos kilometros delante
sin comenzar de cero.
Un suspiro y unos pasos,
del fracaso a la realidad
como siempre,
recordando.
Sí, los vientos aún soplan
después de una infinidad de caídas,
tomo lo que me sirva
y fluyo sin gran algarabía.