Banquete del Congreso,
la piña está en el centro,
bien dorada y sin peso,
en discursos sin seso.
Tan jugosa en promesas,
tan famosa en cadenas,
pero deja las penas
con espinas muy gruesas.
Su corona reluce,
aunque poco produce,
es la fruta que induce
a pactos que no lucen.
El sabor de la piña
yo siempre me comía
y yo no pararía
después de esa comida.
Entre ácidos besos,
nos venden progresos,
pero todo son rezos
que suenan excesos.
Bajen de una a la piña,
que al puesto no encariña,
pero suben la niña
que olvida la línea.
Veo que tú practicas
en sus miles de réplicas
de las que uno suplica
en sus trágicos días.
Ella, empoderada,
con ley maquillada,
con firma dorada,
no da casi nada.
Finge hacer lo que puede
pero no te mantiene,
solo miente y advierte
que subirá el valor
de tu bello favor.
Con mi choza sencilla,
la condena es mi orilla,
no vendo la costilla
ni rezo la rodilla.
23 de abril 2025
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Rodrigo Martínez.