EDGARDO

Del quebranto a la luz

Hoy mis versos son tan sólo lamentos,

mi pecho, astillas de un cristal quebrado.

El tiempo de amar se ha guardado en los vientos,

y sólo quedan brazos desolados.

 

En la tierra renazco, cual simiente tenaz,

como el trigo que al sol su verde eleva.

Ave que en la tormenta, paciente y audaz,

muda sus alas, libre y sin reserva.

 

La noche oscura cual sudario me envuelve,

soy casa trémula en su cimiento.

Árbol que al cielo su coraje devuelve,

y a su raíz se aferra en sufrimiento.

 

Sombra errante, cual isla ya distante,

faro sin luz en la neblina espesa.

Navegan barcos con andar vacilante,

en playas frías, donde el mar regresa.

 

En el ojo sereno del huracán,

un susurro sincero se revela:

“Renazco en mi propio frío, sin afán

de máscaras, sin daño que me duela.”

 

Soy mar que muerde la arenosa orilla,

grieta donde la vida aún florece.

Grito quebrado que su pena trilla,

volviéndose un cantar que desfallece.

 

¿Dónde mi Dios? Aquí, en mi pecho presente,

en la calma profunda, en la tormenta brava.

Dios mío, con mis heridas yo te elijo, ferviente,

con un alma indomable que no clava.

 

Las llagas son dolorosas y representan hondos ríos,

son también valles que el alma con dolor labró.

No conozco ni puertos ni caminos fríos,

mas en sus márgenes mi ser vibró.

 

Anoche mi alma con dolor cayó,

corazón hecho escombros y ceniza.

Ojos secos de tanto llanto, ¡oh, cuán vacío!,

cataclismo sin eco que me eriza.

 

El espejo quebrado ya no vuelve a ser,

sus fragmentos guardan la cruel proceder.

Mapa de un amor que hizo tanto doler,

vidrio roto grabado en un triste anochecer.

 

No imploro perdón al viento que azota,

me reconstruyo en lágrimas tenaces.

Destellos que revelan mi alma rota,

ríos de luz que vencen las audaces.

 

Soy espejo que elige su reflejo,

mostrando sombra y el más puro fulgor.

No cristal intacto de un pasado añejo,

sino mosaico vivo de mi dolor.

 

Y en medio de esta herida que no cesa,

del amor y este amargo quebranto,

agradezco esta indómita sorpresa:

la vida, y el dolor con que me levanto.