En la orilla dorada, donde el sol se despide, un bote rojo sueña, en aguas que se ríen. El cielo se incendia en tonos de coral y fuego, mientras los sauces lloran, un amor que no es ciego.
Sus ramas se inclinan, como amantes secretos, sobre el río de espejos, de reflejos inquietos. La hierba es un susurro, una promesa en la brisa, y el agua canta suave, una melodía precisa.
Así mi amor por ti, profundo y sereno, como este paisaje dulce, eterno y pleno. En cada rayo ardiente, en cada sombra que danza, encuentro tu presencia, mi eterna esperanza.
Como ese bote espera, la orilla y el regreso, mi corazón te aguarda, sin ningún tropiezo. En la quietud del instante, donde el día se va, mi amor por ti florece, como un nuevo mañana.
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