Se vino luego el recuerdo
de aquella noche de angustias;
se vino, pese a los años,
que pasan como las lunas...
Se vino luego su nombre
grabado en la sepultura;
se vino, como el recuerdo,
que no se olvidará nunca.
Te fuiste, mas, te quedaste,
como el lucero que alumbra
las noches solas y frías
que a veces, son más oscuras.
Y vives en la memoria
pues nada de ti, se oculta,
si vives aquí en mis genes
y en mi sangre, tú me arrullas,
como el río cristalino
que cantando siempre cruza
por los valles y montañas
hacia el mar que bien lo acuna.
Son veintiocho los abriles
a los que uno más, se suma.
En total son veintinueve,
dormitando en una tumba
donde inscrito está tu nombre,
y tu nombre, no caduca,
porque Padre, Padre mío,
tu recuerdo en mí perdura...