Cada día que mis ojos siguen su guía, que mis dedos recuerdan que una vez estuvo cerca de mí. Una voz me estremece. La virtud perdida, la felicidad que quedó anclada. Mil sensaciones y noches nonatas me recubren el cuerpo cuando vuelvo a sus ruedos. Cuando su bastón zarandea mis recuerdos y mis ojos viajan hasta baúles de antaño. Ella, como mundo perdido, una isla que nunca tuvo puerto ni vestíbulo.