Espera.
No corras.
A veces, lo que más anhelas
no llega cuando gritas,
sino cuando aprendes a susurrar con el alma.
Hay días que pesan como siglos,
y noches que se hacen eternas,
pero también hay milagros que se cocinan lento
en el horno invisible del destino.
Todo lo que vale la pena
tarda en llegar.
Como el sol después de la tormenta,
como el amor que sana y no solo llena vacíos.
No te impacientes si no ves señales,
algunas bendiciones llegan disfrazadas
de pruebas,
de pérdidas,
de pausas.
Aprende a leer entre líneas,
porque incluso el dolor
trae consigo un mapa oculto
hacia la versión más fuerte de ti.
Todo va a llegar:
la risa que aún no sabes que mereces,
la mirada que por fin entienda tu caos,
las palabras que enciendan tu pecho
sin apagar tu esencia.
Cada paso que das, aunque parezca en falso,
te está acercando.
Cada caída te está enseñando
a levantarte con más verdad.
Y cuando menos lo esperes,
cuando ya no estés esperando,
cuando seas tú sin máscaras ni miedo…
todo lo que soñaste
se sentará a tu mesa
como si siempre hubiera sabido el camino.
Así que sigue.
No te detengas.
Aunque duela.
Aunque no veas.
Porque en algún lugar,
lo que es tuyo también te está buscando.
Y créeme,
todo… todo va a llegar.