El sonido de tu voz
es como el de mi guitarra:
tan dulce que,
poco a poco,
me envuelve.
Cada te amo que me dices
es un acorde.
Todos tienen
distintos tonos,
distintas intenciones…
pero todos
son hermosos.
Tan hermosos
que nunca
los quiero dejar de oír.
Y si alguna vez
me quedo sordo,
entonces seré
como Beethoven:
aun sin escuchar,
encontraré la forma
de seguir oyendo ese te amo,
aunque sea
lo último
que escuche.