Jose Luis Santiago

LA LOCURA DE LA PASION

 En la cotidiana monotonía

hastiada y desesperada

nos vimos y la locura nos poseía

sintiendo esa fiebre acalorada

que a la razón la deja desvariada

 

del mundo nos ausentaba

sin poder nosotros comprenderlo

con sutilidad la pasión nos encarcelaba

y el deseo mas que contenerlo

nos embaucaba sin poder retenerlo

 

queriendo al instante sostenerlo

el tiempo se paraba y suspendía

y anhelando nosotros bien prenderlo

nuestro ser entero se sobrecogía

y con la mirada el pudor se desvanecía

 

preguntándonos nos hablábamos

y acercándonos con tonterías

mas que hablar esperábamos

el momento en el que acontecería

el contacto que a los dos nos uniría

 

juntándonos los dos con alegría

yo acaricie tu grácil cuello

en tu pelo mi mano se prendía

y la brisa meciendo tus cabellos

dio a tu rostro armonía y destellos

 

enajenados y sin convenios

y arrebatados sin espectáculo

mis dedos comenzaban el asedio

con la suavidad de unos tentáculos

que la ternura hizo en ellos su receptáculo

 

toque tu nariz, gentil triangulo

mis dedos se fueron deslizando

y formando un fugaz ángulo

en tus labios se quedaron jugando

y delicadamente retozando

 

absortos estábamos contemplando

el calido candor y su reflejo

y gratamente se fue manifestando

el sublime cenit del cortejo

el dulce beso vacío de complejos

 

de cerca los dos, mas que de lejos

en silencio estábamos hablando

quedamos mudos y perplejos

sonriendo y coqueteando

y locamente entre la nubes volando

 

el tiempo fue encadenado

en ese etéreo y acalorado momento

que enamoradamente despistados

nos besábamos con el apasionamiento

que nos quedaba a los dos sin el aliento

 

llego la separación, cruel infierno

y el mal de pasión con su dolor

el verano lo convirtió en invierno

la clara luz en oscuro color

y las fragancias perdieron su olor

 

dulce néctar parece la pasión

que tragada sin vacilación

produce la intoxicación

del mortífero veneno

del mal llamado amor

que solo es lujuria y sexo

 

el deseo sexual

en el buen matrimonio

acaba siendo fugaz

y el amor y su patrimonio

constante y puntual

nos libera del deseo erróneo

que nos aleja de lo espiritual