Me cogió del hombro y me dijo:
-¡Cuida a mi chica, hijo bendito!
Corrió y corrió, pero nos dejó,
Fue otra víctima de la nación.
¿Nación? cerró la mente,
Como si fueran espejos,
Miraba a los vientos,
Con cierta duda y desconcierto.
-¡Mamá!, ¡No te vayas!, ¡No luches!
Dijo, la triste niña, ¡Mamá, no luches!
la metralla estridente invadió,
Y su madre de este mundo nos dejó.
Y lloró y lloró, cual pecador sin perdón,
¡Mamita, la tierra te invita! rezó,
a la naturaleza; que está en lucha,
Y muere lentamente porque está vendida.