Al dejarte, Señor, mis días perdieron su vivo color,
mi sol no volvió a amanecer,
los pájaros no tienen su alegre voz,
solo vivo en el frío anochecer...
Púes tú eres como la primavera
traes vida a todo lo lúgubre,
llenas todo de color y alegría,
eres como el sol
que hace crecer radiante las flores.
Bastantes días insistí en vivir en el invierno,
en él malgaste mucho tiempo,
pero mi cuerpo empezó a morir
por la ausencia profunda de tu calor,
a mi corazón le falto tu hermoso amor.
Yo retrase la llegada de la primavera,
pues yo te deje marchar
para sola mi vida poder gobernar.
Pero hoy veo que sin ti nada es igual,
pues el sol que vislumbre no ilumina,
los colores son opacos,
los pájaros un espejismo,
como todo lo que hay afuera
que parece ser bueno, más no lo es...
Pero hoy vengo postrada a ti Jesús
a decirte que por favor entres en mi vida,
que necesito tu renovadora primavera,
y me arrepiento de haber dejado entrar a la oscuridad.
Luego algo bello paso...
pues al rendirte mi vida y recibir tu amor,
¡al fin el sol volvió a amanecer!
pero esta vez más brilloso que nunca
pues su luz era tu resplandeciente perdón...