Con la sangre derramada
y marcadas las paredes
me he arrancado el corazón
con la flor de tu desprecio
con el filo tan punzante
de tu cruel indiferencia
que al abismo de la ausencia
arrojaste mis quereres.
Ya no seré aquel hombre
que sonreía a tu llegada
he dejado la careta
que ocultaba mis fracasos
esa mascara altanera
de la sonrisa fácil y falsa
con que tú me conociste
esa… que yo tanto usaba.
Derrochando mis amores
a los pies de tus deseos
fui tirando mis lamentos
en las letras consumadas
del amor que yo te tuve
mientras tú me ignorabas
por creer que su destino
era otra a ti ajena
con lo que muy lentamente
mataste al poeta
y le diste bienvenida
a una sombra prisionera
que se oculta en los rincones
de esta tan extraña tierra
donde no habitan colores
donde solo hay tierra seca.
Y viviendo a la vera
del camino de tus ojos
seguiré siendo el mendigo
de aquellos labios rojos
pues ya has cambiado
el destino de tus naves
mientras veo el horizonte
como ese sol tan rojo
se oculta y me deja
siendo del amor despojo
exiliado de tus brazos
y un juguete de tus ojos.