Era la foto de un zapato lastimado que anidaba un pie
- con seguridad también lastimado -
solo un zapato inclinado a su costado incierto
sin lustre que reflejara la luz de ningún sol.
Era un zapato que se hizo famoso
sin más un martes de una semana gris
sin ojos que miraran el ojo de la tormenta
sin niños alrededor.
No salió en primera plana sino al centro de la nada
donde casi nadie llega un martes
con las ganas ni el tiempo para morirse de pie.
“Se busca a quien lo conozca” - reclamaba el anuncio -
y la foto pensativa mostraba el zapato negro
que esperaba ser llevado lejos de ese atardecer.
“Tiene pantalón azul y camisa blanca”
pero tímidas las formas y los colores no se mostraban
solo el zapato esperaba de costado
la tibieza de alguien que dijera al verlo: ¡Dios
aquel zapato es conocido!
Y al fondo de ese zapato negro el pié - tan solitario -
como recodo de camino interrumpido
desconcertado, aburrido, espeluznado
como conejo sorprendido
esperando sin respirar
que alguien lo llevara volando lejos de ese lugar
donde se iba haciendo raíz una extraña melancolía.