Silente fue el capricho que albergara
Aquel amor que del temor nacía
Alimentándose en la lejanía
Y en las entrañas del dolor quedara
De aquel romántico hombre que dejara
En puño y letra un alma que gemía
Por una mujer que no lo advertía
Salvo de alguna vez que lo mirara
Qué lógica, tesón o empresa iría
A desposar tal mal que le obligara
Un inconfeso amor que se escribía
En el temor de que lo abandonara
Pero un ruido estridente anunciaría
Accidental destino que esperara
Al triste soñador quien moriría
Dejando piel y sangre en la palabra
Algún heraldo amigo luego cuenta
A la joven mujer desprevenida
Esta pasión ceñida en la demora
Y de un arca pequeña le dispensa
De quien quedo pequeño ante la vida
El brillo de sus cartas soñadoras
Leyendo pausa y letra sollozaba
El sol naciente hermoso en cada nota
La musa entre su llanto gota a gota
Mirándole a los ojos preguntaba
Por qué fue su presencia a ella ignota
El hombre que en el mundo más le amaba
Gerardo Villalobos