Y nuevamente la melancilía,
me arrastra hasta esta última noche,
que tiene un amargo sabor a tristeza,
a versos que no logran decir nada,
y que se escriben por sí solos.
Faltan gotas de sudor por estos lares,
sobran libros, amargas realidades,
hay un hada que creo estar escuchando,
o tal vez sea mi sombra,
la lenta sonfonía del letargo.
Comienza el ritual del último cigarro,
que a su vez es la paradoja de mi muerte,
como el nogal yo también he sufirdo,
como la luna también he perdido.
Sopla el viento del oeste,
(tan oeste como mi lugar en la corte),
no es condena cargar con mi suerte,
no orgullo cargar con mis errores.
Mañana no creo que será tan diferente,
y eso asusta a mi cara en el espejo,
la mirada que se observa las pupilas,
no es distinta a Alejandro,
en la noche del asedio de Persépolis.