En un pueblo gobernado por un Rey muy caprichoso habitaba un señor llamado Hilario que tenía un par de perros como mascotas,, eran tan nobles y obedientes, que cada vez que él pasaba por el frente de la casa se enfurecían, pues era un rey de malas pulgas, aún así, no le ladraban por temor a que dichos ladridos le fueran a costar castigos a su amo.
Una tarde Hilario no estaba en su casa y el rey pasó caminando por el frente de a casa y le provocó arrancar una flor del jardín, ese fue el momento que aprovechó uno de los perros para descargar su furia y morder la mano del rey, el cual se llenó de cólera, lanzó la flor al suelo y se alejó a toda marcha a su palacio.
- Convoquen a todos los dueños de perros y le informan que vamos a recoger todos los perros del pueblo y los vamos a sacar de aquí, comentó el rey a sus súbditos
-En Caso de que alguno se niegue, lo traen a mi presencia e inmediatamente sacrifican al animal
Todos los amos de perros sin perder tiempo llevaron sus animales a las afuera del pueblo, para que los perros se fueran a otros poblados cercanos.
Los perros iban agrupados en inmensas manadas, huyendo sin saber porque los habían expulsado del pueblo. Pasaron varios días de hambre y de sed mientras ubicaban un nuevo pueblo donde vivir.
En el trayecto de ida encontraron otro perro que venía en dirección al pueblo de donde ellos venían, y al ver tantos perros juntos se sintió alarmado
-Que pasa amigos, preguntó
-Venimos del pueblo donde está el rey
-Y porque viene todos juntos
-El rey ama a los perros, por tal razón nos dio de regalo un viaje a otros lugares lejos de aquí, vamos a vacacionar
-Como hago para llegar allá y gozar también delas bondades del rey.
- Sigue este camino y al cabo de dos días llegarás, el rey se alegrará al verte. ¡Suerte hermano!
El perro que había sido engañado, siguió el camino que le habían indicado hasta que por fin pudo divisar el pueblo donde gobernaba el rey bueno.
Al llegar el rey estaba en la entrada del pueblo y al verlo le ofreció cariños, lo llevó al palacio para que le dieran un baño y le ofrecieran comida, asi mismo lo nombró mascota del palacio, donde viviría para siempre entre los lujos y las comodidades de la realeza.
Cuentan que el rey al ver el pueblo sin perros se sintió tristemente arrepentido, y cuando quiso revocar su instrucción ya era muy tarde pues los perros habían sido sacados del pueblo, por tal razón cuando el perrito engañado llegó al pueblo fue alegremente recibido y condecorado y vivió para siempre en aquel lugar.
Moraleja: A veces ignorar la maldad de algunos nos lleva a disfrutar la bondad de otros.