Descorro anticipadamente
la lápida de mi muerte
para cobijar los sueños
en el sepulcro de la memoria.
Mis uñas rasgan la negrura
de la tierra que cubrirá la carne
ocultando la desnudez humana
de un futuro sin puertas ni ventanas.
Húmeda cavidad sin sol ni luna
reino de tinieblas invertebradas
y domicilio final del ayer
cubierto solamente por hiedras.
No hay temor por la nada
ni por el silencio de las penumbras.
Dejamos de existir definitivamente
cuando las palabras nos olvidan.
Mis dedos son garfios que hienden
y escarban las entrañas lodosas
depositando semillas de rosas
en el páramo de los ensueños.
Mensaje a la lluvia del tiempo
que de tan mísero escondrijo
germine la rosa azul encarnada
en la pluma de un místico poeta.
Que la brisa deshoje un pentagrama
y la melodía sea sangre vital
mitigando dolores y angustias
dibujando nuevos arco iris.
Que la palabra se eternice
sublimando por siempre el nombre
del amor que supimos perder.