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La pluma confiada




Vergüenza no socave
la dignidad recibida,
como un honor concebida.
Con la humildad siendo llave;
un perdón resulta clave.
Errado en su interpretar
el pastor niega acallar
a los sonoros cencerros
y el ladrido de sus perros;
ya llegara su explicar.


Conquistar a la razón
desprendida y objetiva
nada egoísta ni diva,
sincera de corazón,
y porción sin omisión;
es tarea ardua y posible,
simple perfíl compatible;
suele ser mano desata
la cadena que maniata,
muestra un ser indivisible.


Bendecida la locura,
la de encuentro inagotable,
suelto al gorrión, dejo el sable,
me afianzo en la paz segura
nunca asida a la amargura
me lanzo entero en sus brazos.
Sólo utilizo retazos
convenidos en salud
y cocino a la virtud
con la sartén y entre cazos.


Antes del juez sentenciar,
deje el oblicuo, su ombligo;
y recuerde que aquel trigo
fue del campo al cosechar
aunque el hombre en su labrar
a su ese auparse ayudó.
De sentenciar él cejó
y la envidia fue despojo,
prepotente estuvo cojo
y al fin cambió y arribó.


Fácil ver brizna de paja
en la suerte de ojo ajeno;
a expensas de ángel ameno,
busco el agua en mi tinaja
para hallar alguna alhaja
y desentrañar misterios.
Rechazo a los improperios
que arañando a hurtadillas
distancian más que las millas.
Mi fe no consta de imperios.

318-omu G.S. (bcn-2011)