Se logra olvidar lo conocido
aquello que se pierde temprano
como el aroma de leche materna
o el sabor del primer beso.
Se olvida el rumor del arroyo
o el rayo de luna primero
el motivo del primer llanto
y el primer paso sin mano.
Se olvidan dolores sentidos
y las traiciones concebidas
las miradas despectivas
y los diálogos jamás oídos.
No se puede olvidar lo no tenido
como los sueños no vividos
y las caricias marchitas
que nunca hemos recibido.