He aprendido a morir cada noche
inmerso en el dorado sueño
que me transporta más allá
más abajo y más adentro.
Morir mi cuerpo soñando vida
robándole sueños a la muerte
y dejarme flotar a su capricho
para ver lo que nadie observa
y descubrir lo que atormenta.
Vago en éxtasis onírico
libando angustias al cielo
queriendo desnudar a Dios
para que su pudor me redima
y caer plácidamente a la mañana
en alas de una lechuza blanca
que desgarre mis ojos.