A Sara A., con amor y devoción
No queda aire dentro de esta bolsa de papel,
y tú achicas el agua en la balsa de la Medusa.
Me duelen los ojos,
como cuando salgo a la calle
en un día soleado
tras haber sorbido azumbres de oscuridad.
Oigo un cañonazo a mi espalda,
y algo pasa a gran velocidad
silbándome el oído.
Desconozco si es el fantástico hombre bala
–que sale disparado del circo–
o el barón de Münchausen
–haciendo equilibrismo–.
En el ombligo te nace una corola
donde se posa mi lengua de mariposa
para libar tu néctar
de estambres de abejas
abiertas en flor.
Llueven falenas sobre mi campo de amatistas,
y los girasoles inclinan sus tórpidas cabezas
en señal de reverencia.
¡Ha llegado el rey!,
exclaman a coro los pétalos.
Cuando el sueño te muerde los párpados,
sientes cómo el cuerpo te abandona
y las esclusas de los ojos se te cierran,
y duermes,
como un hada con alas nuevas,
en la palma de mi mano.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.