Anulado vivo en mis días, Con la ceguera ofuscada Y no encuentro caricias Ni en mi entrada, ni salida… Siempre voy remandó En océanos malditos, Entre olas de escándalo Que aceleran mis latidos… Qué pena de vida amargada, Teniendo el futuro regalado Y no puedo abrir la aldaba, La puerta de mí legado… Condena de barrotes invisibles La que soportan mis salidas, Llenas de dolores indomables, Que rondan por calles perdidas… Siempre la depresión me domina Como un demonio maligno, Y azota en mi cerebro la dopamina, apagando la vida, de un peregrino… Poeta sin títulos ni reconocido, Aunque jamás pretendo ser famoso Solo escribo historias de mi nido, Vida que me arrastra, hacia el foso… Del que jamás saldré, sonriendo Ya que en mi interior vivo herido, Por la huella que dono el pasado, Llena de penumbras y de miedo. ¡No puedo disimular, llevo impregnada el alma de amarguras que me matan y me tienen preso, en mi misma casa! Modesto Ruiz Martínez / lunes, 22 de noviembre de 2010