Preferí olvidar todo pasado inútil
y quedarme tan sólo con el día
Y la hora. Subirme a la montura
del minuto y del instante.
Preferí descalzarme, sincerarme,
y no seguir mintiéndome con nada,
ni siquiera con el bostezo de la tarde
o las marcadas válvulas sexuales.
Opté por defender mi honor sensible
del ataque pueril de mis deseos
y de las uñas del prójimo enemigo,
sin atacar a nadie, sin herir.
Preferí la cláusula secreta y propia
y no la regla pública y ramera;
yo preferí unirme a los hombres
que sí se ocupan de las cosas nobles.
Decidí valorar las ascendentes horas:
las que se agolpan instantes por instantes,
las que acarician venideros logros
y llegan a par con los latidos.
Preferí la lucha del presente
que acabará o no, pronto o muy tarde.