Cuando la tarde consumió tras una lenta agonía
hasta el último aliento de luz y apareció la noche
con su manto acogedor
has llegado tú
Cuando estas inquietas manos, abejas de mis sueños,
retiran pausadas la ropa que hoy me abrigó
y acompañó sumisa
vienes a ayudarme tú
Cuando ya los pies cansados de sostener y guiar
el velamen de mi cuerpo en el mar humano del encuentro
proponen entregarlo al descanso
vienes a acostarme tú
Cuando las llaves del silencio, agotado el día,
recogen y guardan con celo la multitud de voces
habitadas durante el día en la gruta del olvido
permaneces alerta tú
cuando yo estoy así, despoblado del color,
ausente y vacío temporalmente de vida
escondido en lo más hondo de la noche...
en mis sueños apareces tú
Cuando llega el nuevo día
con los nudillos golpeas mi puerta tú
y susurras en mi oído:
-Despierta, hijo mío –mientras besas mi mejilla.
Y en tus ojos resucito y entre ellos, madre, aún camino.