No, esto no es Roma.
Nosotros no nos hemos conocido en una noche loca y romántica.
Pero el pequeño amor aparece por las paredes,
por las ventanas cerradas a cal y canto,
por la suavidad de tu piel...
Confianza es una bonita palabra
cuando una esperada noche
tengo durmiendo entre mis brazos
a la ebria más tierna y cariñosa.
Al poco, despertais tú y tu deseo,
yo y mis sentidos,
y retumban por las paredes nuestros besos y mordiscos,
haciendo temblar las sábanas
hasta el punto de tirarse por el precipicio de la cama...
Empiezo a sentir todos tus labios muy cerca,
se despierta el animal hambriento,
y de pronto,
mi lengua en tus pezones,
mis manos en tus nalgas,
mi instinto en tu olor.
Tus manos comienzan a contarme
una historia de sexo sin fin
mientras saboreo toda una cascada
que inunda tus muslos.
Tengo tanta sed
y tú vuelas tan alto...
Subida.
Mi nariz recorre tu redondez.
La humedad que desprendes me ciega
y me hace olvidar la vida ahí afuera,
sólo quiero ascender por tu piel hasta tu sonrisa
y que todo encaje.
Y encaja.
Y te penetro con fuerza tan contenida
que no tienes más aire para respirar
que el que yo te doy.
Me adoras y pides más,
me envuelves con todas tus feromonas
hasta hacerme perder el sentido de puro placer.
Tus pequeños pies,
tus piernas,
tus brazos,
tu mirada,
todo se aferra a mí
pidiendo, gritando, suplicando
que no pare de embestir con este amor...
Fluidos hacia ti,
fluidos hacia mi,
sabores de Granada,
día y noche juntos,
cuentas saldadas con el destino,
recuerdos imborrables
en la memoria de tu cuerpo,
cariño certero
en las entrañas de mi ser...