(Al maestro Vargas Vila este humilde ensayo como un homenaje a su memoria)
Se ha caido la noche en su congoja
y un pútrido silencio permanece,
es más la soledad que me entristece
que el filo permanente de una hoja.
Del pálido cuchillo que respalda
el trashumante virus que me agobia,
maldita depresión vives cual fobia
como una daga artera por la espalda.
Con tu frio de invierno trasnochado
y la flagrancia sombría de tu suerte,
igual a un socavón abandonado
como fauces eternas de la muerte.
Tu desdentada música ha callado
y un cadalso de lúgubre belleza,
se apunta en los resquicios que he ocultado
en un mar insolente de tristeza.
A donde llegan esos ecos inaudibles
que entregan los corazones tan inciertos,
que se muestran helados e inpasibles
como el yermo latido de algún muerto.
Que junto a la carroña se ha calado
en la fétida alcoba en la que habita,
como una flor reseca y tan marchita
parida por un árbol desmembrado.
Cuya sabia lo ahoga ante la pena
de allanarse ante el frio de la niebla,
por que su fronda cúspide esta llena
del tétrico vestir de la tiniebla.
Por que en la gris visión obnubilada
yace el dolor que impele a la armonía,
como una túnica de espanto preparada
a triturar con su maldad toda alegría.
Un cúmulo de incierta pesadumbre
brota de la mirada ya perdida,
que abraza como amante a la costumbre
peleada en las orillas de la vida.
AB JORGE LUIS MURILLO ESTRADA
23-11-2010