Me he vestido de tu piel desnuda
prendiendo hogueras en tu espalda,
expían mis labios aquel país secreto
donde anochece vendavales de verano.
Nadie como yo, amará tanto el huracán felino de tus ojos,
porque haces que brote primaveras de líquenes en mis labios
y que suene la hierba aplastada por los cuerpos
después de la magia del orgasmo.
Me he recostado en tus brazos de viento
para verte dormir en tus horas marinas
y he perfilado con mis dedos tus mareas
con la luz que destila las hondonadas del pecho.
Nadie como tú, moldea la curva de mi cadera,
con la cadencia de las olas -mansas, bravas-
(inefable desembarco)
cuando abordas mi gruta en cálidas riveras de fuego.
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