Ahora estoy llegando, después de recorrerme
en cien exploraciones, por entre mil fracasos.
Aplastando la tierra, volviendo por mis pasos,
llego a ti, penitente, para así socorrerme.
Llegando a ti, regreso. Bajo tu sombra duerme
aquel canto olvidado. Sobre nuevos ocasos
se elevan viejas voces. Bajo tus campos rasos
se agitan las raíces de aquella flor inerme.
Oigo de nuevo el canto que tu misterio encierra.
Si ayer fuiste recuerdo, te vuelves obstinada
hacia este peregrino, que a tu puerta se aferra.
Si el cielo me rechaza, si el mundo me destierra,
tú, a mis pies tendida, das tu flor más preciada:
La libertad perdida. Tú me la das, mi tierra…