Dios tuvo miedo y los hombres pavor.
Decir esto no resulta fácil cuando has dejado tu cruz
a un lado y crees que eres el amo
del mundo donde has nacido.
Recuerdo que el motín me pilló tomando té;
los que no creíamos en Dios
tuvimos que buscar reposo bajo la mesa
en el momento en que el meteorito
cayó sobre el planeta.
El miedo -el enfado- de Dios hizo
que alfa se comunicara con omega
y que los seres humanos sudaran sapos
y culebras,
vísceras
y leche materna.