Llegaste con el rocío,
antes de la aurora...
En el mismo instante
en el que el deseo se fundió
con la savia de tu nombre.
Y ese día...
el mirto floreció,
y los gorriones anunciaron
un crepúsculo de sol;
la luna se vistió de espejo
y las estrellas derramaron su brillo
sobre mis pupilas...
Tu breve presencia
irradió arcoiris en derredor
mientras el suelo vistió elegante
para recibirte...
Una blanca luz cerró mis ojos
y de mis manos partiste...
dejando inviernos en mis labios
con la promesa de abrazarnos
en fragantes cúpulas de margaritas.
Fuiste el lazo de amor que selló una promesa,
el mejor regalo que no pude disfrutar...