Suspiros que salen
como pájaros azules,
revoloteando
en la bóveda celeste.
Y es que te he amado tanto
y tanto te recuerdo,
que no puedo olvidar
aquellos abedules,
cuyas hojas, las movía el céfiro
y se desprendian como un lamento...
¡Gimiendo...gimiendo...gimiendo!
No puedo olvidar los abedules,
aquellos que movía el viento...
En donde fué nuestro
primer encuentro,
en donde aquel beso
apasionado tú me diste
y con toda intensidad
tú me quisiste.
¡Y es que te he amado tanto,
qué amarte más no puedo!
Por eso me paso
la vida suspirando...
Yo no sé si lleguen
hasta ti mis quejas,
en estos suspiros
què te estoy enviando.
El silencio... golpea mi pecho
que ya parece roca,
en su interior yace
un corazón maltrecho...
No sanaron sus heridas...
sepultado en vida
en una tumba fría,
sin lápida... sin rosas,
sin epitafio alguno y envuelto
en un fúnebre crespón
de color magenta.
Y desde entonces,
ando por la vida
con el alma yerta...
Y no pude olvidar los abedules,
qué al igual que nosotros,
se quedaron en el olvido,
por el tiempo carcomidos.
Todos ya se han ido
y en sus ramas quedan
engarzados los supiros,
qué como pájaros azules
yo te envío
Felina