tú llegas y me salvas del vacío
pero me dejas despierto por las calles
en las que siempre me pierdo yo.
somos alcatraces haciendo humaredas mortales
y quebrando cantos ante un espejo donde baila
la noche, para el asombro a cántaros de la luna.
somos pensamientos merodeando la forma inútil
de una almohada, entonces tú me quedas reducida
a una simple sílaba,
pequeña, bajita y fría,
a la que busco, describo y ansío...
mejor, hazme un sol con los kilómetros de tu risa
y déjame alucinar, déjame soñar
que puedo inventar fases de luna enredado en tu pelo.
como un chubasco de promesas vestidas de sosiego.
como el tiempo alegre de nuestras manos compartidas.
déjame respirar, otra vez y otra
del menú de tus surcos apretados y secretos
para después morir unánimemente en tu densidad.
déjame tendido sobre las aceras, al lado izquierdo
de los escombros que me quedan de tu voz. suéltame
en cualquier línea fronteriza, que yo te alcanzo
por las cornisas de las letras de tu nombre...
lanza tus piedras contra esta frágil distancia de puerto.
señálame,
ruégame,
maldíceme,
que ya vengo de regreso y sangrando
por la ruta destartalada de estos versos...