Observar tú tiempo
es observar el mundo
que ha pasado por los surcos
que tallan tu universo
los que resplandecen en el viento
en las flores, en tu aliento.
Observar tus vigas dobladas
por el esfuerzo ligados a tu emblema
con abrigos de callos en tus manos
y sedas suaves cubriendo a tus penas.
Y dejando caer a tus cadenas
en el karma que ligas a tus días
en cada eslabón llevas guardado
un amor hecho de arenas indulgentes
y un vestigio del vientre que acunabas
el ardid del ser del cual ostentas
en sublime soberbia de las cuentas
que arrugan a alma dolorida
cual caimán en el arpón su lucha alcanza
para salvar los peldaños que no acaban
en espacios vacíos y arrogancias.
Observar tú tiempo es ostentar
los júbilos del monte de espinas en tu lecho
que no dejas de palpar en tus lamentos
y te quejas al decirlo en tus recuerdos
recuerdos emotivos soberanos
que empalman en el hogar de los videntes
huyendo en costales de aguardientes
sublevados cual soldados en la fuente
te denigran en fantásticas legiones
y te idolatran cual martirio de ilusiones…
Beatriz Fernández