Fue tanto tiempo perdido
en el valle de tu cuerpo,
tantos silencios guardados;
que ya no me queda tiempo
para acariciar tu piel
y perderme en tu aliento.
Una nueva primavera
ya recorre mis adentros
confundiendo a este otoño
con ese tipo de vientos.
Yo anhelo, amada mía,
las montañas de tu cuerpo,
y gritar con fuerte voz
lo mucho que hoy te quiero;
y que esa voz se repita,
ayudada por el eco,
hasta el final de los tiempos.