¿Quién es ese hombre? me preguntas
-Es ULISES, hombre de la montaña-
Parece absorto en su mirada.
Su cuerpo todo ensimismado, oliendo algo.
Se manifiesta dolido, lloroso, timado.
¿Será una mujer la causa de su angustia?
Hombre febril de suerte austera,
Toparse con el amor a mitad de año.
A mitad de su día, al final de su esperanza.
Será que piensa morir aislado.
Asido a un inquebrantable hado sin ella.
Lleva tiempo mirando al cielo.
Prometiendo al viento su cabello
Y su jaqueca diurna a algún Alá
Con tal de sorprender al amor de esa mujer.
De esa fortuita mujer de amor deliberado.
El se mueve, a veces, contra las piedras
Otras tantas contra el viento,
Hasta topar su aura con la nada.
Nada es lo que busca
Ya encontró lo que anhelaba
Ahora solo precisa su mirada
Para declarar que lo ha tenido todo
Y merecer apoteosis
Que nunca llegara, pues nunca la ha tenido.
Y se ha refugiado desde entonces
En la caverna de piedras solitarias.
Con que mezquindad la oscuridad se burla de él
Denuestos de aire frío lo atropellan
Y enmudece su taciturna voz
Esa, con la que llama llanamente
En el fondo de una botella.
Y se siente mofado por el montón de ojos intercalados
-Incluyendo los míos-
Que asestan sobre su vida
Y ametrallan apreciaciones no pedidas.
Si se le observa detenidamente
Será un mástil quebrantado, mas sigue aparentando,
Fingiendo el poderío de su fuerza soslayada.
Entro triunfante a la caverna
Imaginando poder dormir para siempre
Para mantenerla en su sueño
Queriendo morir eternamente
Para esperarla en su lecho.
¡Pero ni el sueño, ni la muerte
Atraviesan las piedras!