Me quemaron tus huellas, estoy herido.
Me ardieron tus gemidos de sal,
cuerpo a cuerpo dime al oído
si soy tuyo o soy del mal.
Si soy de tus caderas firmes fulmíname
con las luces de los cuartos acabo de convencerme
no por ciego sino por urgar tu intimidad
de un juego de los dos sin promiscuidád.
Un juego que me cohíbe cuando no te veo
en la punta de mis llamas
con el alma asomándose por el exceso
en medio de tus senos perdí la batalla.
De dos cuerpos unidos por el fuego
terminamos exahustos,
con la carne molida y el aire desganado
me atrevo a decir que ayer fuiste mía.