Era una noche fría como en un cuento de invierno.
Mi cuerpo tiritaba en el eco de un deseo.
Sentí el hambre de una mano y la sed de mil caricias,
Y una voz que golpeaba como látigo de ausencia.
Busqué un cielo de refugio. Sólo he visto las estrellas.
Una a una las conté y eran sólo veintinueve.
Veintinueve lucecitas que en mi alcoba se anidaron
Con destellos infinitos de pasiones desbordadas.
El invierno se hizo fiesta, fiesta grande de verano.
Melodías que rasgaban mi silencio y mis oídos.
Corrió al mar desconocido el rio inmenso de mis penas,
Y por mis venas ardían veintinueve primaveras.
Se acabaron las escarchas, se acabaron las angustias.
Y mis brazos se llenaron de ternuras y caricias.
El calor tan misterioso de una presencia prohibida
Acunó en su pecho tierno al niño gris que estaba en mí.
Era una noche fría como en un cuento de invierno,
Pero tú, amada mía, has entrado junto a mí.
¿Por dónde has entrado? Pregunté.
Por veintinueve estrellitas que conquistaron tu amor.